بسم الله الرحمن الرحيم Por Maryam Camejo Me convertí al Islam por un sueño. Alhamdulillah. Tal vez he olvidado algunos detalles pero ...
Por Maryam Camejo
Me convertí al Islam por un sueño. Alhamdulillah. Tal vez he olvidado algunos detalles pero quiero que mi testimonio quede registrado en algún lugar más permanente que mi memoria. Para cualquier persona que no sea musulmán, entrar a esta religión parece de locos, pero atestiguo que no lo es, atestiguo que no hay nada que merezca ser adorado sino Allah, y que Muhammad es su mensajero, el último profeta enviado para la humanidad. Desde niña ansiaba encontrar un mundo de fantasía, un mundo fascinante como el de muchas películas y creo que esa puede ser la razón por la que me identifiqué con la literatura. Ahora siento que ya no tengo que buscar más, realmente he encontrado algo más sorprendente y quiero compartirlo:
Mis padres son ateos y cubanos, así que me enseñaron que la verdad era Marx y Engels, materialismo dialéctico y que la religión es la respuesta del ser humano a sus carencias emocionales y de conocimiento. Sin embargo, nunca pudieron controlar que me pasaran cosas extrañas todo el tiempo. Una vez en casa de mi abuela vi un rostro que cualquiera identificaría como de demonio, en otras ocasiones venía a mi mente cosas que iban a suceder en cuestión de minutos o días, o yo podía saber algo sobre cualquiera sin conocerlo. Este tipo de cosas en Cuba se cree que proceden de los muertos porque en este país hay una práctica muy fuerte de religión afrocubana, que considera la existencia de múltiples deidades y muertos que influyen en la vida de los vivos. Asimismo sus practicantes hacen rituales basados en la adoración de estos falsos dioses, donde utilizan animales, sangre, plantas, caracoles, etc.
El caso es que cuando intenté darle respuesta a todo lo que me pasaba, me contestaron que yo tenía la facilidad de comunicarme con muertos y que debía ayudarlos a encontrar la luz porque ellos eran personas encadenadas a la Tierra, habían hecho mal en sus vidas y ahora necesitaban arreglar lo mal hecho. Esto me causó mucho conflicto porque ¿qué es la luz? Si hay luz o paz para algunos como paraíso, ¿no debería existir algo como el infierno? Y por otro lado ¿por qué los muertos, si están muertos, tienen más conocimiento sobre la vida o el futuro, que los vivos? Entonces me dijeron que no intentara hallar la lógica y que simplemente creyera. Aquí me dije: si el mundo físico tiene lógica ¿cómo puede no tenerla el mundo espiritual? ¿Tiene eso sentido?
Pero en este punto yo estaba incursionando en cartomancia (lo que en Cuba se conoce como tirar las cartas) y “desarrollar mi habilidad”, que era lo que me decían. Mis preguntas nunca se acallaron y mis dudas me hacían tratar de explicar todo esto y compenetrarlo, como un gran aparato que funciona, con la existencia de Dios, de la cual hacía años que no dudaba. Entonces encontré a un antiguo amigo que ahora se había hecho musulmán. Yo ni siquiera sabía que significaba eso pero Allah quiso que yo le preguntara cómo, desde su religión, él podía explicar que yo supiera cosas del futuro. Abu Duyanah me contó que Dios mandó a la Tierra dos ángeles con el conocimiento de la magia y que ellos le advirtieron a la gente que quien tuviera este conocimiento iría al fuego en la otra vida, sin embargo muchas personas decidieron aceptarlo. Abu Duyanah me dijo que yo estaba haciendo algo prohibido.
Ese día llegué a mi casa, guardé las cartas y le pedí a Dios que si eso estaba bien me mantuviera haciéndolo, pero si estaba mal que me guiara, me diera una respuesta. Mientras, yo iba a esperar. Me mantuve pidiendo eso siempre antes de dormir y no recuerdo cuántos días pasaron pero sé que no fueron muchos cuando sobre las cuatro de la mañana, tuve un sueño.
Yo despertaba, y mi cuarto estaba exactamente igual a cuando me había acostado. Era como si despertara realmente. Duyanah estaba allí pero solo fue un momento. Después vi a dos musulmanas en mi cuarto, eran mis amigas y era normal que estuvieran allí. Una de ellas se puso en dirección a la Quibla, cuando yo no tenía ni idea de que lo musulmanes rezaran en una dirección específica. Mientras rezaba, ella hablaba en un idioma que yo no entendía y hablaba muy rápido. Luego vi a un hombre vestido con ropas islámicas, creo que blancas. Todo era oscuro pero él estaba iluminado con una luz que descendía sobre él. Recuerdo que me llamó, pero no por mi nombre sino “sss”. Recuerdo su rostro, su color de piel blanco, sus facciones de árabe. Tenía el dedo índice de la mano derecha extendido, lo cual yo no sabía que tenía significado religioso, y me dijo: “Vírate para el otro lado”. Yo estaba durmiendo del lado izquierdo así que me desperté y somnolienta me viré para el lado derecho pero inmediatamente, se los digo, inmediatamente sentí un terror, un pánico —lloro al recordar esto— tan grande, tan grande que me senté en la cama y sabía que algo pasaba con ese sueño y que significaba algo. Entonces comencé a decir una palabra, empecé: cha, charu, charuya o algo así. Prácticamente no pude dormir más. El terror no se iba, el miedo de algo desconocido pero que se sentía muy importante.
A las siete y algo de la mañana llamé a mi amigo Abu Duyanah y le conté todo. Él empezó a llorar en el teléfono y decía que no lo podía creer, que no lo podía creer. Yo me asusté tanto de escuchar su llanto que pensé que me iba a morir, que él entendía ese sueño de alguna manera que yo no podía y que yo iba a morir. Cuando le dije del dedo extendido aumentó el sonido en el teléfono de Abu Duyanah llorando, Abu Duyanah que no podía controlarse.
Cuando un musulmán extiende su dedo índice de la mano derecha está diciendo La ilaha illa Allah, o sea, que no hay más Dios que Allah. Los musulmanes, por orden de Allah, deben dormir del lado derecho y deben rezar, en dirección a la Kaaba, un lugar en la Meca, en Arabia Saudita conocido como la casa de Allah y que construyó Adam (alaihi salam), se destruyó con el diluvio en tiempos de Noé (en árabe Nuh, alaihi salam) y luego lo reconstruyó Abraham (Ibrahim, alaihi salam). La dirección se llama Quibla. La palabra que comencé a repetir después de despertar era Shari´a, que significa Ley de Allah.
Obviamente, después de esto, yo sabía que Dios me había dado la respuesta. Yo sabía que no tenía permitido hacer nada que involucrara magia, cartas, futuro… Yo sabía que mi respuesta era el Islam.